―No te quejes, a
mí me han llegado a tener más de tres meses sobre la mesilla de noche y no me
han abierto ni una vez.
―Eso no es nada.
Yo no pertenezco aquí; mi dueño me prestó al vuestro y nunca me devolvió. Justo
cuando me había integrado con mis compañeros de estantería. De todas formas, no
pierdo la esperanza de volver, me mantengo positivo y sé que todo llegará, solo
hay que tener paciencia y saber esperar.
―Con los de
autoayuda, como tú, pasa mucho, ¿no? Que os presten, digo. Eso he oído.
―Sí, porque la
gente quiere compartir todo lo que aprenden con nosotros. Pero no os preocupéis,
vosotros también podéis conseguir que os lean más, dejad atrás los temores y
luchad por vuestros sueños. No hay obstáculo que no se pueda vencer con
esfuerzo y una sonrisa.
―¿Nos ves cara de
preocupados? Anda, por qué no te vas a dormir un rato y dejas de darnos la lata
con tus discursitos pedantes, que eres muy empalagoso.
―¿Empalagoso, yo?
Tengo demasiado respeto por mí mismo como para dejar que un triste bestseller como tú me amargue.
―No sé qué tiene
de triste ser el libro más vendido del año, envidia es lo que tienes.
―Venga, chicos,
haya paz. ¿Queréis que os diga la receta de mi tarta de chocolate? Se os va a
hacer la boca agua.
―Déjate de
tartas, cocinillas. Tenemos cosas más importantes en que ocupar nuestro tiempo.
En esta casa, no sé si os habréis fijado, están pasando cosas extrañas. Por las
noches, se oyen murmullos en la distancia, voces que parecen de ultratumba. Hay
luces que se encienden y se apagan sin sentido, acompañadas de un quejido
continuo, como el gruñido de una criatura que no parece humana.
―Bueno, bueno, no
hace falta ser tan dramáticos. Las voces de ultratumba de las que hablas vienen
de la televisión; las luces, son los aparatos electrónicos del dueño, y la
pobre criatura es el perro del vecino que llora por las noches. Ahora en serio,
sí que es verdad que tenemos un problema. ¿No habéis notado al dueño un poco
raro últimamente? Como distante, apenas nos mira.
―Móvil nuevo.
―¿No tiene
suficiente con la televisión?
―¿Qué va a ser de
nosotros? Si deja de comprar libros, ¿cómo voy a encontrar el amor que hace
tanto espero? Solo vivo de la ilusión de que una soleada mañana llegue un libro
nuevo y que, nada más mirarnos, sepamos que estamos hechos el uno para el otro.
Que el destino nos una y ya nada pueda quebrar nuestra maravillosa historia de
amor. Quiero poder verme reflejado en sus ojos, que sus palabras...
―¡Ya basta! Voy a
vomitar como sigas.
―No quiero ser
alarmista, pero el otro día me pareció escuchar que se va a comprar un eBook.
―¿Qué? Eso sí que
es nuestro fin.
―Mi antiguo dueño
se compró uno. Una tragedia. Ya no existíamos para él, no nos tocaba ni para
quitarnos el polvo.
―Un compañero me
contó que sus dueños habían comprado una especie de cartones que simulaban ser
libros para decorar su casa. ¡Ya ni para hacer bonito nos necesitan!
―¡Qué horror!
―Yo no quiero
morir sin cumplir mi sueño. Quiero que me lleven en el bolso para leerme en una
cafetería, en el metro, en un avión, que me lleven a conocer mundo.
―A mí me encantaría
vivir en la biblioteca pública. Siempre tan silenciosa, llena de gente que nos
quiere y que me pidan muchas personas y así conocer diferentes casas y hacer
amigos por todas partes.
―Pues yo quiero
conocer a mi escritor.
***
―¡Pst, pst! Eh,
chico.
―¿Yo?
―Sí, tú, ¿Por qué
no me haces un favor, guapo? ¿Por qué no me cambias el sitio? Sé un libro
bueno, anda. ¿O eres un libro malo? Puedo contarte cosas que harían volverse
roja tu portada.
―¿Qué está
pasando aquí?
―No sé... yo
solo... este libro quiere que le cambie el sitio.
―No le hagas caso,
a más de uno ya le ha metido en problemas. Es de ese género... ya sabes. Me
entiendes, ¿no?
―Oye, no
fastidies, que ya casi lo tenía en el bote. No sabes lo que es estar siempre
aquí en segunda fila. Somos pocos y nos esconden.
―Me sabe mal, de
verdad, pero así son las cosas. A ver, ¿por qué le querías cambiar el sitio a
aquél?
―Porque al
parecer estáis hablando de algo importante y no me estoy enterando de nada.
―Es verdad,
deberías saber lo que está pasando. No te preocupes, yo te lo cuento, pero a
cambio, ¿me contarás alguna historia de las tuyas?
***
―Entonces, ¿qué
proponéis? ¿Cómo creéis que podemos evitar esta catástrofe a la que al parecer
nos vemos abocados sin remedio? Olvidaos por un momento de vuestros deseos
personales, no importa vuestro género, todos somos libros y debemos luchar por
nuestro futuro.
―Escuchemos a los
clásicos.
―¿Por qué a
ellos?
―Son mayores y,
por lo tanto, más sabios. Seguro que saben qué hacer.
―Nos parece muy
noble vuestra causa, pero hace ya tiempo que nos hemos resignado al olvido. Nos
gusta la soledad. No creemos en este mundo actual, que apenas entendemos.
―Pues vaya ayuda.
―Tengo una idea
que creo que puede funcionar. Yo lo que hice una vez para llamar la atención
del dueño fue tirarme al suelo. Me vio ahí tirado en el pasillo y al recogerme
se acordó de mí y me leyó otra vez. Le oí decir que esta vez me había
disfrutado más.
―Eso no vale, él
es de aventuras, se atreve a todo. Yo no sé si sería capaz.
―Por intentarlo,
no perdemos nada.
***
Se oyó un
estruendo que resonó en toda la casa. Después un silencio largo que fue
interrumpido por el ruido de las llaves abriendo la puerta:
―¿Qué ha pasado
aquí? ―dijo sorprendido el hombre.
―Parece que te
han entrado a robar ―contestó una voz de mujer.
―Menos mal,
parece que solo han tocado los libros.
Genial, amigo. Lo he pasado en grande leyendo.
ResponderEliminar